Pasarse la luz roja (i)

En algunos lugares del mundo pasarse la luz roja se castiga con una multa feroz y hasta es posible que sea cancelada la licencia de conducir del infractor, acá, en Indonesia, somos más tolerantes.  La luz roja es, muchas veces, una referencia, un llamado a la buena voluntad del conductor, un «a ver si paras» que sale casi como una súplica.

Por ejemplo, en Kemang, la zona donde abundan los expatriados, en la esquina en la que se encuentran McDonalds y Starbucks, el semáforo es un hermoso adorno cuyos mensajes y órdenes, a colores, nadie se toma la molestia de acatar.  Los primeros disidentes (hoy, en el almuerzo, un compañero de trabajo explicaba su particular versión del caos que abunda por estas tierras: «es que los indonesios aman la libertad y se ponen de muy mal humor cuando les quieren poner límites y normas; lo que hacen es rebelarse contra el sistema») son los motociclistas.  No saben qué significa detenerse y creen que es un asunto de posibilidades.  Me explico.  Un auto o una camioneta no avanzan «porque no puede pasar» y, como las motos son pequeñas, ellas «sí pueden» y avanzan; que eso signifique violar media docena de leyes de tránsito, es lo de menos.

En la foto, la primera de las que muestran los sucesos en esa esquina, se ve cómo los motociclistas consideran que está bien continuar su rumbo y así lo hacen.  El pequeño detalle del semáforo en rojo es una minucia en la que, obviamente, no pierden el tiempo en reparar.

Motociclistas en Kemang Raya, pasandose la luz roja

Motociclistas en Kemang Raya, pasándose la luz roja.

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About jlmejia

Según dicen soy bachiller en Derecho y Ciencias Políticas, también es probable que haya concluido la maestría y el doctorado en Literatura Peruana e Hispanoamericana y la licenciatura en Educación, sin embargo, debo cuatro tesis y soy mal pagador, así que dejemos de lado los títulos (ahora, como para seguir contradiciéndome, prometen darme un máster en España, ¿será cierto?). He sido profesor de colegios, academias y universidades, espero seguir siéndolo (de hecho aún lo soy, en un lugar tan lejano como misterioso para los occidentales, Yakarta, en la isla de Java). Escribo poesías rimadas para horror de los críticos y he tenido la osadía de dirigir una docena de obras de teatro para escolares. Fundé y edité la revista “Poetas en busca de editor” (luego la asesiné por cosas del presupuesto, claro) y coedité otra que aún se llama “Francachela”. Desde 1998 escribo en diferentes blogs que me he ido inventando, mis artículos empezaron siendo “Crónicas desde Lima” (pero ahora escribo desde Yakarta) y mis poesías vagan por la red con indecencia, aunque antes vieron la luz en una que otra antología olvidada y en efímeros diarios y revistas. He publicado libros olvidables que algunos generosos mortales se empeñan en seguir leyendo. Textos para niños, para adolescentes y poesía (¿a quién se le ocurrió esa clasificación?) que acá menciono por eso de la vanidad: Poesía: -Morir acaba en tu vientre (2011) -Sólo sonetos solos (2004) -Talvez una primavera (2002) -Para atrapar una luciérnaga amarilla (1998) Novelas para adolescentes: -¿Hay alguien allí? (2010) -Imperial (2008, en verso) -Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo (2007) -Cartas a María Elena (2006) -Un tal Pedro (2006, en verso) Cuentos para niños: -Josefa y el movimento (2010) -Josefa y, ¿quién dijo miedo? (2010) -Josefa y los opuestos (2009) -Fernanda y los colores (2009) -Benjamín y las formas (2009) -Don Hilario y sus mascotas (2008, en verso) -Se nos perdió el alfabeto (2007, en verso) -Números, ¿para qué sirve contar? (2005, en verso) -La granja de don Hilario (2004, en verso)

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